Integridad: Limpio de manos y puro de corazón

Manos hacia el cielo

«… que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas…» (1 Timoteo 2:8, Reina Valera 1960)

 

Integridad en nuestro ser

Muchos tenemos en común el amar a Cristo, y que la mejor noticia de nuestras vidas es saber que por  El somos amados; y salvos por su gracia a través de la fe.

Al estar enamorados del Señor, siempre buscaremos agradarlo en todo, y cuando digo en todo… es todo. Dios nos creó con el propósito de que estuviésemos conectados con Él, pero a causa del pecado del hombre esa conexión se disipó. Sin embargo, el sacrificio consumado por Jesús nos dio nuevamente la posibilidad de conectarnos con nuestro Padre. Esta es la necesidad del Creador por estar con sus hijos.

Salmos 24:3-4 nos dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová?, ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño». Vemos que existen dos áreas en las cuales Dios desea que seamos íntegros para mantener esa conexión, por una parte nuestras “manos”, que significa nuestro exterior, lo que la gente puede ver y percibir de nosotros: nuestras acciones, maneras de reaccionar ante las situaciones, la forma que nos comportamos, hablamos, vestimos, entre otras cosas. Y por otra parte, nuestro “corazón”, que significa nuestro interior, lo que solo Jesús y nosotros podemos saber, todo aquello que pensamos, deseamos, sentimos, planeamos, vemos y escuchamos.

La palabra Integridad viene del latín integrîtas, que significa: ser completo en cada una de sus partes, pureza, ser intachable e irreprensible. A lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento nos damos cuenta de que el Señor nos llama a una vida íntegra de santidad en todos los aspectos, porque de esta manera, y solo de esta, podemos vivir en la plenitud de su gracia y sus bendiciones. No debemos temer ni aceptar los argumentos del mundo que dicen que “la perfección y/o la integridad no existen”. 2 Timoteo 1:7 nos dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.”, esto quiere decir que Él ya nos dio “poder” para ejercer autoridad sobre lo que está en el exterior, sean argumentos, demonios, enfermedades o el pecado que nos rodea; y también nos dio “dominio propio”, para controlar nuestro interior, sean sentimientos, ideas o deseos. Somos llamados  a vivir por Él y para Él. Si crees esta palabra haces bien, porque sin fe es imposible agradar a Dios; pero si crees y actúas en base a ella, prepárate y vacía tus canastas de todo lo que no es agradable a sus ojos, para que el Señor pueda llenarlas de todas las bendiciones que preparó para ti desde antes de la fundación del mundo.

 

Enderson Sánchez.

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